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Notas de optimismo en clave política

El panorama político catalán y español vive días convulsos; cada minuto, suceden cosas nuevas y la actualidad informativa echa humo por todas partes. No diré políticamente lo que pienso, porque no creo que pueda aportar nada nuevo al debate y, en todo caso, mi opinión cuenta muy poco en todo este proceso, pero sí me gustaría compartir dos reflexiones que me acompañan en mis debates internos y que, en algún momento, me han permitido ver con algo más de optimismo la preocupante situación:

Uno. He visto a mujeres políticas llorar ¡Por fin! Por fin los sentimientos y la perspectiva humana de los problemas -también políticos- interfieren en el discurso público; por fin las mujeres ocupan cargos de poder y transmiten con palabras y con lágrimas el sufrimiento y la alegría, los sentimientos. Basta de discursos fríos y distantes, que hablan de las cosas como si no tuvieran nada que ver con la vida real de la gente.

Dos. Como dice un señor al que aprecio y admiro, «la violencia no es humana y la venganza no entra en los planes de Dios». Si obviamos la referencia religiosa de la frase, probablemente, cambia el sentido y pierde fuerza, pero una cosa está clara: por más razones de peso que haya, dos no se enfadan si uno no quiere y la violencia siempre conlleva más violencia.

«Seny», de unos y otros

Esto es una negociación, dicen. Hacen esto para que aquellos digan lo otro y estos hagan esto otro y, después, seguro que aquellos hacen no sé qué y nosotros podremos hacer lo de más allá …

Aquí paz y después gloria. Humildemente, no puedo decir nada más.

El Procés me ha hecho ver dos cosas; la menos importante es que yo no sirvo -en absoluto- para negociar, y la segunda y más destacada es que el deseo de una Catalunya independiente o de una Cataluña española no debería estar por encima de todas las cosas. Con esta visión llevada al extremo, no puede haber diálogo ni soluciones, ni en un sentido, ni en otro.

Dicho esto, lo que pretende la mayoría -la tan aclamada mayoría- es imposible saber, porque todo el mundo dice cosas diferentes, la sociedad está muy movilizada y la respuesta del contrario es cada vez más inesperada y contundente. Sólo nos queda confiar en el «seny», de unos y otros.